Me gusta pensar sobre los procesos automáticos que lleva a cabo esta cabeza que sostengo. Me hace ser muy consciente de lo que entra, de cómo se ordena, de con qué se junta y de la forma que termina tomando una vez se asienta. No me di cuenta de lo útil que era esto hasta que me pidieron que diese una charla de hora y media hablando sobre mi trabajo y, después de morirme y resucitar a los tres días sin haberme reencarnado en Ignacio Peyró —algo que habría solucionado todos mis problemas—, me senté a ordenar cómo-aprendo-a-comunicar. Y la verdad que fue una experiencia muy útil.
Acabo de leerme El Acontecimiento. Acabo de leerlo porque no he despegado las manos del libro hasta que he pasado la última página. Me he dado cuenta cuando llevaba treinta o cuarenta hojas de que abandonarlo en algún momento no iba a ser una opción. Creo que no hay manera de dejar a medias cualquier escena de ese relato. Ignorando la trascendencia e impacto del propio contenido, me ha interesado especialmente la manera en la que Ernaux hablaba del proceso de escribir. Cómo ella misma ignoraba las palabras que representarían unas vivencias de tal gravedad, y a la vez confiaba en que aquellas que surgieran en su escritura serían las que mejor cumplirían esa tarea.
¿Cómo se convierte lo personal en algo que, leído o escuchado, pase a ser personal para otra persona? De experiencia a aprendizaje a concepto a aprendizaje a experiencia. Durante ese proceso hay cierta transformación. Al principio puede que se simplifique, pero luego, la vivencia del lector u oyente altera y complejiza. Ya no sé si estoy hablando del libro de Annie o del proceso creativo. O de enseñar a cocinar. A todo esto, la gata acaba de cazar una mosca que llevaba un rato rondando por el salón. Se la ha merendado. Se está relamiendo. Me encantaría adquirir esa destreza, pero no estoy segura de que este proceso de enseñanza-aprendizaje funcione interespecie.
Vuelvo a la cocina y a cómo he aprendido a cocinar. Quiero poder trasladaros cómo amplio mi mapa en la cocina. Describir mi experiencia para que de alguna manera se convierta en la vuestra. No hablo de enseñaros a cocinar, eso lo intento casi todos los días en Internet, hablo de enseñaros a aprender a cocinar. A mirar el mundo con ojos de cocinera. Allá vamos.
Por imitación. Este es un primer punto bastante clave. Mirar a otros cocinar te enseña a cocinar sin que tú quieras hacerlo. Cocinar es una tarea bastante repetitiva. Aunque prepares elaboraciones distintas, los procesos son casi siempre los mismos. Siempre picas. Siempre sofríes. Siempre salteas. Siempre doras. Aliñas. Marinas. Horneas. No hay mucho más. Igual cambia algún ingrediente, tarda más o menos tiempo, pero en esencia, estás casi siempre haciendo lo mismo. Si hay alguien en tu familia que guise, pégate a su espalda como si fueses su sombra. Sé esa amiga que le sujeta el codo a la que bate los huevos. Mueve un poco la sartén, pero no mucho. Algo se te pegará. Y si no tienes a nadie cerca que cocine, ponte YouTube en bucle.
Por prestar atención. Come como si estuvieras resolviendo un autodefinido. Sabes algo de lo que lleva ese plato, pero el resto de piezas te bailan un poco. ¿Es esto perejil o cilantro? ¿Lubina o dorada? ¿Esto que pica es pimienta, guindilla, jengibre? Por no hablar de que muchas veces comemos abstraídos a niveles preocupantes. Desconectadas completamente de la línea sabor-boca-sensación. Hay veces que terminas de comer y no sabes muy bien decir qué has comido, ni cómo estaba, si era picante o no lo era. Poner atención a lo que comes es una de las cosas que más te enseña a cocinar. Encontrar matices, especias, ingredientes que no esperaba. Comiendo fuera de tu casa —en casas ajenas o en restaurantes— amplías tu universo cotidiano. Sales de tu zona de confort y te expones a formas de cocinar que no son la tuya. En esas experiencias puedes dar con verdaderas revelaciones. Una combinación que jamás pensaste que podía funcionar. Yo recuerdo muchos platos que alteraron mi química cerebral y me hicieron recolocar algunas ideas que tenía sobre determinados ingredientes o elaboraciones. Coliflor asada en un postre con chocolate blanco. Almejas con una salsa de queso azul. Anchoas en salmuera con polen. O un huevo frito en una ensalada.
Por curiosidad. ¿De qué sirve comer con atención si no llegas a confirmar nunca tus sospechas? Revélate contra tu siglo y pregunta. ¿Qué lleva esto? ¿Cómo se prepara aquello? ¿Qué especia le has puesto, no consigo distinguirla? ¿De dónde es este plato? A no ser que sea tu abuela, la gente suele ser bastante maja y le gusta hablar de lo que ha hecho. Si te enrollas mucho, te puedes hasta levantar de la mesa con una receta garabateada. La segunda parte de este punto podría ser el siguiente lema: Estás obligada a pedir el plato que no conoces de la carta. Bajo vuestra responsabilidad. No dispongo de hojas de reclamaciones.
Por pura obsesión. Puede que lo mío sea rozar lo enfermizo. Pero cada vez que yo veo, como o leo algo que nunca he probado, lo anoto en una lista del móvil y pasa a formar parte del catálogo de cosas que pueden estar buenas aunque no lo haya comprobado todavía. Esas referencias se convierten casi inmediatamente a nuevas posibilidades en la cocina. Aquí no sé si juego con ventaja o la práctica te hace desbloquear poderes papilares. Con imaginarlo puedo intuir si algo va a funcionar o no. Así que muchas veces no me hace falta probar algo para prepararlo y saber que va a estar rico.
Por nostalgia. Me aterra olvidar. Pocas cosas me dan tanto miedo. Igual que me olviden es la única cosa que puede estar al mismo nivel. Por eso cocino. Por eso me obsesiono con replicar sabores que han construido mi identidad. Por eso me esfuerzo en cocinar rico para otrxs. Creo que cocinar es una forma de mantener con vida los recuerdos. Las personas que nos dieron de comer no se van del todo si mantenemos sus sabores. Es un motor potente, la nostalgia.
Por exposición. Podría haber dicho por viajar. Pero hay mucha gente que viaja y no se expone. Si vas a comer mcdonald en Tailandia, pues no vayas a Tailandia. Este punto me lleva a hablar de lo “raro”. Lo “raro” no existe. Nos lo hemos inventado. Lo raro es lo otro, aquello que situamos como extraño. Muchas veces detrás de ese raro lo que hay es prejuicio, un poco de racismo y nada de respeto. Aprender a cocinar pasa por mirar aquello que no conocemos con respeto. Exponerse a lo desconocido recordando que las ideas que tenemos sobre tal y cual comida son culturales y, por tanto, podemos deconstruirlas y volverlas a construir. Los horizontes culinarios son casi infinitos cuando puedes hacer esto. Métete en los mercados. Mira todo. Huele. Escucha. Come. Entra en garitos sin mirar reseñas. Pide lo que está comiendo la mesa de al lado. Puede no gustarte, claro que sí. Pero probar cosas nuevas es como la presunción de inocencia.
Por repetición. cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina cocina.
Me ha encantado leerte, cocinar es para mí un acto de amor. Totalmente de acuerdo con los puntos 1 y 5. Siempre lo digo, mi mano para la cocina viene de tanto ver a mi madre hacerlo con absoluta pasión. Y aunque yo de niña era bastante miedosa en la cocina,comparada sobre todo con mi hermana mediana que horneaba galletas a discreción con ocho años, en el momento en que empecé a hacerlo formaba parte de mí. Era natural, y con el tiempo he llegado a ser una estupenda cocinera. Como ama de casa, como mamá, como trabajadora en cocina que fui, y como empleada de hogar que soy hoy. En cuanto a la nostalgia, lo has expresado tal cual es. Sin ir más lejos el pasado domingo horneé bizcocho en un molde que era de mi madre. Cada vez que lo utilizo es como si ella misma cocinase también conmigo. Como si volviera a la vida.
Me llamo María José, cocino mucho y escribo poesía.
Cocinar es algo que me fascina aunque apenas lo hago aunque como soy un máquina en botánica (y en usar las apps esas de escanear cosas del campo) me encanta ver qué cosas son comestibles o la manera en que se cultivan.
Si te interesa saqué hace unos días un artículo sobre el salmorejo y una receta °^°