no puedo hacer esto sola
un texto que escribí para la Revista Territorios sobre estar harta y no poder sostener ni un minuto más la responsabilidad individual
Nos hemos hartado de escuchar que el camino a una vida saludable y sostenible pasa por cocinar, comprar local, elaborar los productos desde cero. Y después de años intentándolo, luchando contra la industria de los ultraprocesados, de las grandes marcas, de la comida preparada, buscando mercados de productores, aprendiendo a hacer pan en casa, cocinando batch cooking, incluyendo aguacate en nuestra dieta, luego eliminándolo por completo, lo único que nos queda, es una montaña gigantesca de tote bags arrugadas. Y no puedes más, porque tú lo has intentado. Has luchado contra el sistema. Te has cruzado media ciudad para ir a la tienda a granel de turno, te has enfrentado a los bichos de las verduras ecológicas y has renunciado a esos cereales que tanto te gustaban. Estaban tremendos, los chocoflakes del demonio. Todo en pos del progreso. De un futuro V E R D E.
¿Y qué has recibido de vuelta? Pues frustración chica, frustración. Y culpa ya que estás. Un poquito de culpa porque ese día en el que no podías más, en el que trabajaste once horas y te cruzaste con un captador de ONGs antes de llegar a casa, y te quedaste, claro que te quedaste, porque ya no te quedaban fuerzas para luchar, ese día, fuiste al supermercado. Y, además, compraste chocoflakes. Culpable. Ya se encarga instagram de recordarte que has pecado nada más llegar a casa. Dos ayunos intermitentes y tres listados de tóxicos presentes en las bolsas de ensalada antes de dormir, y quedarás absuelta.
Sabes que has hecho las cosas bien. Bien, porque has tratado de alinear tus acciones con tus valores. Porque sabes que esta forma de vivir —cocinar en casa, comprar producto local, elegir alimentos de temporada— cuida del mundo en el que vives. Crees realmente en que la riqueza debe quedarse en las comunidades para fijar población en las zonas rurales, que es esencial promover sistemas agrícolas que cuiden el suelo y el medio, apoyar proyectos pequeños que mantienen saberes tradicionales. Entonces, ¿por qué sientes que algo falla? Empiezas a notar que no sabes cuánto podrás aguantar manteniendo esta rectitud. Que las cosas no cambian y tú estás cansada.
Cada vez con más frecuencia te das cuenta de que eso que antes era una convicción política, una manera de ocupar el mundo decisiva, se nubla, campaña publicitaria tras campaña publicitaria. Hasta las cajas de los cereales del demonio vienen rotuladas con los valores que tú adoptaste hace años, buscando cambiar el rumbo de las cosas. Y es que te sientes sola. Abandonada en esta cruzada que es cambiar el sistema alimentario.
¿Quién nos dijo que hacer la compra, organizar las comidas y cocinar, era algo que podíamos hacer solas? Hemos intentado adoptar una forma de vida dejando fuera su elemento más importante: la comunidad. La cocina nunca, jamás, ha sido individual. Cocinar implica obligatoriamente que varias personas se organicen, repartan su tiempo y esfuerzo. En el mundo cada vez más individualista en el que vivimos, intentar comprar, cocinar y alimentarse de forma sostenible parece estar destinado al fracaso.
Este cambio anhelado de nuestro sistema alimentario tiene que pasar por volver a reunirnos. Por volver a repartir los cuidados. La alimentación como algo que no nos apela como individuos, sino como grupo. Se trata de cambiar nuestras estructuras. De hablar con las amigas para intercambiar tápers. De plantear el tema de la alimentación en las asociaciones de barrios. De formar parte de un grupo de consumo que se encarga, de forma equitativa, de diseñar y repartir las compras semanales. Estas agrupaciones pueden ocurrir de forma privada, personal, quiero decir. Un acuerdo alternativo entre compañeras de trabajo, amigas de toda la vida o padres y madres de un colegio.
Pero es necesario que también ocurran acuerdos públicos. Plataformas donde reunirse. Lugares donde hacer de la alimentación algo colaborativo. Huertos, comedores, escuelas, hospitales, centros sociales. De repente se respira más ligero. El cansancio era justificado. La frustración respondía a una lucha solitaria.
Alguien por ahí dice que pronto no quedarán cocinas. Por suerte, siempre habrá domingos.
Podéis leer esta intervención y otras igual de chulas e interesantes en Revista Territorios, así como cotillear toda la info sobre la publicación y el festival que organizan en su Instagram.
¡Cuánta verdad! 🍅❤️
Totalmente de acuerdo, ponen en las personas unas responsabilidades que no nos corresponden. Nos tendrían que acompañar más
En Pamplona tenemos la suerte de tener las tiendas de https://landare.org/, además de muchas otras, y una cultura por lo local y ecológico que no he visto en otros lugares.
Gracias por sacar el tema Claudia!