Amigas, lugares compartidos, cocinas comunitarias
En un mundo cada vez más individual, ¿qué papel tiene la cocina?
Igual la cocina no está hecha para estos tiempos. Una de las cosas que más me piden cuando pregunto por sugerencias o necesidades en Instagram es “recetas para una persona”. Y no es hasta hace poco cuando empecé a darme cuenta de por qué esto de cocinar para uno me chirriaba tanto. Igual es que la cocina no está hecha para dar de comer a una persona. Igual es justo este el problema número uno que tiene la cocina doméstica. Ese NO TENGO TIEMPO al que se enfrenta una persona sola en una cocina. ¿Preparar catorce platos distintos, nutritivos y ricos cada semana partiendo de productos naturales? Claro que NO TENGO TIEMPO. Ah, y trata de desperdiciar la menor cantidad de comida posible. Agárrame que me tiro.
Entiendo muy bien a todas las personas que sienten que es muy difícil organizarse ellas solas. Siempre sobra algo. Media zanahoria. Medio puerro. Medio lo-que-sea. ¡Y el tiempo! Has terminado de fregar la cocina al medio día y casi que tienes que empezar a pensar en la cena antes de sentarte en el sofá. Y cuando por fin preparas una olla gigante de lentejas para optimizar un poco tus horas y tener algo de tiempo para poder limpiar el baño, acabas comiendo lentejas hasta en el yogur. Cocinar empieza a tener sentido cuando lo haces para mas de dos o tres personas. Aaaah, ahora sí. No sobra nada, puedo de hecho meter lo que sea que me ronda por la nevera. Los precios por ración son mucho más bajo, ya que he optimizado recursos e ingredientes. El tiempo y esfuerzo de cocinar se divide entre el número de personas que comen.
Mientras que hace no tantos años, una sola persona elaboraba comida para cinco o seis personas más, hoy nuestros núcleos familiares son cada vez más pequeños. No solo nuestros núcleos familiares, nuestras vidas son cada vez más solitarias. Por razones más que evidentes es muy positivo que la mujer haya podido salir del espacio doméstico para ocupar el resto del mundo. No quiero ir por ahí. Las cosas cambian y es necesario que lo hagan. Me interesa aquello que podemos extraer de esa forma de alimentarse para mirarla, curiosearla y manosearla un poco. Preguntarnos cómo podemos hacerle un hueco en nuestra vida. Qué forma nueva debe adoptar. El objetivo es cocinar más. Alimentarnos mejor. Creo que está claro que no podemos hacerlo solas.
El otro día Marta, una de mis mejores amigas, llegó al ensayo atropellada, bufando que si que llevaba todo el día corriendo, que no había parado por casa, que se había tenido que comer una lata de fabada antes de venir. Discutiremos en otro momento qué llevó a Marta a semejante estado de aceleración. La lata de fabada tampoco es el quid de la cuestión (de hecho dijo que estaba bastante buena). Adonde quiero llegar es a lo que yo le dije Marta después de todo esto. “¿Por qué no te has pasado por mi casa?”. Marta y yo vivimos al lado y, otra cosa no, pero comida en mi nevera hay siempre. Igual que pedimos a alguien cercano que nos eche una mano con una mudanza o que nos preste unos zapatos para ir a una boda, ¿por qué no nos apoyamos en nuestras redes para sostener nuestra alimentación?
Podríamos entonces plantear maneras en las que nuestra alimentación no fuese una responsabilidad exclusivamente individual. Vivir con amigas puede ser una opción. Crear núcleos familiares una vez nos vamos fuera de casa de nuestros padres me parece una manera de hacerlo. Recalco lo de familiares porque no consiste en vivir con compañeras de piso. Hablo de otro tipo de relación donde el cuidado es la base. Se comparte nevera y despensa, se unifican compras, se cocina para todas. El tiempo y el esfuerzo se divide de forma equitativa. O y si, dentro de una misma ciudad, os organizáis para que cada una prepare un plato a la semana y montáis quedadas de intercambio de táper. Soñando a lo grande, sería increíble contar con cocinas colectivas en los bloques de casa o en las manzanas, donde entre varias personas se pudiese gestionar la alimentación de grupos más grandes. Igual una nevera por edificio donde las vecinas pudiesen dejar tápers —indicando fecha y tipo de elaboración— y llevarse otros. Las iniciativas privadas o comunitarias son esenciales, pero lo es en la misma medida demandar espacios públicos y estructuran que permitan generarlas. Esto son solo ejemplos de algo que en realidad no es tan difícil de llevar a cabo. Se trata de un cambio de mentalidad. Imaginarnos formando parte de algo que es más grande que nosotras. Ser conscientes de que habitamos redes. De que nuestras vivencias están íntimamente relacionadas con las de nuestra vecinas. Mirar a los ojos a las demás. Buscar espacios donde pueda tener cabida la conversación, el descanso. Compartir más.
Os dejo por aquí el último vídeo que subí a YouTube. No y sí tiene que ver con todo esto. Unos minutos sobre cuidar nuestros vínculos, sobre construir cosas con las amigas.
Recomiendo:
Las chicas están bien, película de Itsaso Arana que salió en 2023 y que podéis encontrar en Filmin. Un cuento de princesas, una historia de amigas.
Nuestras madres, libro de Gemma Ruiz. Ganó el premio San Jordi en 2022 y fue de mis libros favoritos del año pasado.
Saldremos Interdependientes, del podcast Saldremos mejores.
Contadme lo que pensáis c: Yo esta semana os preparo a las suscriptoras una colección de recetas para compartir, tapear (guardar en tápers) y comer entre muchas.
(me ayudas además a hacer de mi proyecto algo cada vez más autosuficiente)
que reflexion mas bonita <3
Justo estos días pensaba en que siempre tendemos a tener mucho más claros, mas definidos en nuestras mentes los futuros distópicos. Y últimamente más con la que está cayendo. Asi que gracias por este texto que alumbra el camino, poco transitado, hacia un futuro en colectivo, de cuidado mutuo. Y super rico :P